El mafioso clave

Santiago Alonso 


«Yo, Rosaria Costa, viuda del agente Vito Schifani, querido mío, en nombre de todos aquellos que han dado la vida por el Estado, el Estado… pido en primer lugar que se haga justicia, ahora… Me dirijo a los hombres de la mafia, porque están aquí dentro, y no solo aquí, aunque en verdad no sean cristianos… Que sepáis que también a vosotros se os puede perdonar, pero os tenéis que arrodillar si tenéis la valentía de cambiar». Estas palabras, desesperadas pero lúcidas a la vez, dichas entre sollozos mientras rodeaba a Costa la multitud y un cura le sujetaba el micrófono, se escucharon en los funerales de las víctimas mortales del atentado con mil kilos de TNT contra el juez Giovanni Falcone, cometido en 1992, donde aparte del magistrado que osó atacar a Cosa Nostra, murieron su esposa y también juez, Francesca Morvillo, y los tres escoltas. Además, la RAI retransmitió el momento a todo el país, que estaba en plena conmoción, y desde entonces la exhortación de esta mujer figura como un grito de rabia y resistencia civil que aún muchos italianos recuerdan y sienten vivo.

Por todo ello es lógico que las imágenes aparezcan tal cual en una película como El traidor, la reconstrucción de un momento histórico, las circunstancias y consecuencias que rodearon el Maxiprocesso contra la mafia de 1986, a partir de la biografía de una pieza clave de dicho megajuicio: Tommaso Busceta, el célebre miembro de Cosa Nostra cuya colaboración con la justicia permitió el valiosísimo descubrimiento de cómo se estructuraba la mafia siciliana. Lo que sucede es que este filme no es una crónica al uso sobre el crimen organizado, sino una obra del maestro Marco Bellocchio, por lo que la inclusión de las palabras de Costa, amén de su repetición en los televisores que los procesados tienen en sus celdas, cobra una importancia especial y adquiere otra función: se convierte en materia extraída del imaginario colectivo nacional, que, asimismo, se emplea como sustancia que da aliento a la cinta y con la que se elabora su sentido.

Ya desde hace tiempo, en el último tramo de su filmografía, Bellocchio ha utilizado este recurso con convencimiento y con magníficos resultados, al incluir en sus relatos tanto documentos cinematográficos y televisivos como otras manifestaciones populares como la música. En su última obra, el mejor ejemplo a este respecto se aprecia durante la inquietante secuencia del restaurante donde un Papá Noel se acerca a Buscetta, que vive de incógnito en los Estados Unidos, y le canta con mirada aviesa L’Italiano de Toto Cotugno, sustituyendo el verso «Sono un italiano vero» por «Sono un siciliano vero».

Continúa el cineasta de Bobbio, por tanto, explorando a su singular manera los traumas de una sociedad tan convulsa como es la de Italia. Lo hizo antes con Buenos días, noche (2003), un relato sobre el secuestro de Aldo Moro, o con Bella addormentata (2012), que abordaba el caso de Eluana Englaro (la mujer que estuvo en estado vegetativo durante 17 años hasta que intervino su padre). Comparada con estas, El traidor se presenta probablemente como una película con trazas más convencionales, desde el momento en que bien puede adscribirse al modelo genérico de obras sobre el crimen organizado, lo que no imposibilita que, a su vez, el personal sello Bellocchio se manifieste plenamente y brille. En ese sentido, la fuerza del largometraje está en que en él funcionan sin problemas las distintas manifestaciones de su naturaleza múltiple.

El traidor es una narración de hechos reales, apuntalada por un magnífico guion (escribe el propio Bellochio junto con Valia Santella, Ludovica Rampoldi, Francesco Piccolo y Francesco La Licata) que expone bien el complejo caudal informativo ya desde el prólogo, que cuenta el tenso encuentro entre familias palermitanas y corleonesas que precedió a la brutal guerra entre ellas. También es un excelente thriller judicial cuando se centra en la parte correspondiente a las sesiones del Maxiprocesso y sus derivados, donde se elabora una radiografía contundente de la canalla mafiosa, mientras el director, jugando con el montaje, intercala filmaciones de hienas con la imagen de los encausados tras las rejas. Y, por encima de todo, destaca el retrato psicológico que se plantea de quien fuera el primer collaboratore di giustizia, pero no un pentito (arrepentido), como solía remarcar él mismo; un asesino de compleja personalidad que siempre se obcecó en ser uomo d’onore verdadero, para bien y para mal, no como el resto de mafiosos que lo traicionaron. Respecto al análisis hecho del personaje, resulta muy importante que, pese al indudable interés y el particular encanto que emana de su figura, no haya idealización alguna, constituyendo el mejor detalle de ello que sea Falcone quien le recuerde a Buscetta la tremenda falacia que se establece a la hora de diferenciar entre la (para nada mejor) mafia antigua y la moderna.

Mención aparte merece el poderoso trabajo de Pierfrancesco Favino (Romanzo di una strage) como protagonista, magnífico cuando cambia de registro (el Buscetta fiero, el atribulado, el envalentonado…), así como el papel secundario de Luigi Lo Cascio (La mejor juventud) interpretando al pentito Salvatore Contorno, como un contrapunto casi cómico que, sin embargo, sirve para explicar la programación mental de alguien que no puede ni podrá jamás integrarse fuera de la única realidad que ha conocido, la mafiosa. Ambos contribuyen decisivamente a que tenga consistencia artística y vuele alto el acercamiento que hace el director a un mundo ajeno al suyo. Y el resultado nos recuerda un par de hechos: contemporáneo de Pasolini, Bertolucci y Rosi, Bellocchio es el último de los autores vivos del gran cine italiano del pasado; y con El traidor demuestra que, en 2019 (repetimos: en 2019), sigue en plena forma y aporta una de los títulos más valiosos de la cartelera mundial. Se dice pronto…



 

EL TRAIDOR

Dirección: Marco Bellocchio.

Intérpretes: Pierfrancesco Favino, Maria Fernanda Cândido, Luigi Lo Cascio, Nicola Calì.

Género: thriller. Italia, 2019.

Duración: 145 minutos.

 


 

1 Comentario »

  1. De un tema tan cinematográfico en mi opinión el director no sabe sacarle partido, con algunos diálogos ridículos por momentos parece una película de serie B. Sólo me gustó la escena del atentado de Falcone por estar muy bien rodada. El actor principal está bien pero nada más. Film del montón

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