Selección Atlántida 2017: Júlia ist
Un ejercicio de mirada El gremio de los actores siempre ha sido uno de los más valorados del cine, hasta el punto de que, en opinión de quien escribe, lo […]
Estrenos, críticas, comentarios de cine y algunas notas sobre las visiones
Un ejercicio de mirada El gremio de los actores siempre ha sido uno de los más valorados del cine, hasta el punto de que, en opinión de quien escribe, lo […]
El gremio de los actores siempre ha sido uno de los más valorados del cine, hasta el punto de que, en opinión de quien escribe, lo está hasta el exceso, si se compara con otros compañeros de rodaje como técnicos de sonido, montadores o directores de fotografía. Sin embargo, en algunos casos esta atención está más que justificada. Por ejemplo, cuando todo el peso de la película se deposita sobre los hombros de un actor o actriz y la única manera de que el proyecto se sostenga pasa por una actuación sobresaliente. La situación cobra especial relevancia cuando la realidad y la ficción se entremezclan, cuando lo que representa el intérprete es también parte de su vida, pues requiere mayor valentía para exponerse ante el público y, a la vez, es habitual que el grado de verdad que se alcance sea superior. Júlia ist (2017) es uno de esos casos y Elena Martín, directora y protagonista del film, es la principal responsable de que el proyecto salga a flote.
La directora debutante se dio a conocer dentro del circuito de cine de autor al protagonizar otra gran obra, Las amigas de Àgata (2016). En aquel caso sólo actuaba y en este inicialmente sólo iba a dirigir, pero, dados los paralelismos vitales entre el personaje y la actriz, nadie mejor que ella para plasmar las incertidumbres y los miedos de Júlia. La historia aborda el viaje de Erasmus a Berlín de una joven estudiante de arquitectura, lo que le permite ahondar en el aspecto menos idílico de lo que siempre se ha vendido como la mejor experiencia que una joven puede vivir. Júlia se maneja con torpeza en los ambientes sociales, no para de cometer errores y descubre que nada es como ella esperaba. Con una sutileza naturalista y una formidable capacidad para transmitir emociones con la mirada, Elena Martín sostiene cada uno de los planos de su opera prima como si no necesitase esforzarse para alcanzar la excelencia.
El punto de vista de la narración se asemeja al cine de los hermanos Dardenne, que pegan la cámara a un personaje durante todo el metraje, como si lo persiguieran, y todo lo que la audiencia observa es el mundo visto a través de los ojos del personaje protagonista. Sin embargo, lo que diferencia a Júlia ist de las obras de los belgas es la ausencia de frenesí formal que caracteriza al cine de estos. A su vez, el film de Martín se hermana con otra cinta con la que coincide en cartelera, Verano 1993 (Carla Simón, 2017), por ser un radical ejercicio de mirada que no precisa de grandes aspavientos de puesta en escena para resultar rotundamente autoral. En ambas, el concienzudo trabajo de las dos directoras permite que cada escena transmita la verdad del instante, certera y despojada de estereotipos. El mejor ejemplo para entender dicho modelo de trabajo es el plano final de Júlia ist, que destila la esencia del momento y del conjunto de la obra: cómo una experiencia, que prometía ser la respuesta a la vida, resulta ser en realidad el descubrimiento y confirmación de las incertidumbres de la existencia.
JÚLIA IST
Dirección: Elena Martín.
Género: Drama. España, 2016.
Reparto: Elena Martín, Oriol Puig, Laura Weissmahr, Jakob Daprile, Remi Pradere.
Duración: 90 minutos.
Fotografías: Filmin