La radicalidad formal invade la segunda parte de mi cobertura de la IX Muestra de Cine Brasileño Novocine. El contraste en la jornada del martes 17 fue tremendo. De la sobriedad de A Estrada 47 (2013), un proyecto de corte clásico en el estilo, a la ruptura de moldes como seña de identidad de Prometo um dia deixar essa cidade (2014). La segunda película de Daniel Aragão, tras Boa sorte, meu amor (2012), vino precedida por una breve presentación de la productora del film, Mariana Jacoba la que Revista Insertos ha podido entrevistar–, como representante de un nuevo cine transgresor que viene desarrollándose estos últimos años en el estado de Pernambuco. La obra de Aragão hace del riesgo su arma más poderosa. Decididamente provocadora, la película propone romper tabúes sociales y cinematográficos, radiografiando con sarcasmo las miserias de una burguesía hipócrita. La obra fluye desbocada por su laberinto formal al grito de la radicalidad, más interesada en dejarse llevar que en acertar. Casi siempre descompensada, a ratos excesiva y con momentos sublimes, su caos narrativo persigue la sensación al mezclar realidad, onirismo y psicodelia en un mundo turbulento, socarrón, cautivador.

Una vez finalizada la ficción, la muestra se traslada a la Cineteca de Matadero Madrid los últimos tres días de proyecciones para transitar los parajes de la no-ficción. Y, en el terreno del documental, un nombre sobresale en la cinematografía brasileña: Eduardo Coutinho (1933-2014). El reputado documentalista jugó con el lenguaje y los estándares de este medio, y prueba irrefutable de esta afirmación es Juego de escena (Jogo de cena, 2007), proyectada el viernes 20. Su austeridad formal –un escenario, dos sillas y una filmación limitada a la captura de testimonios– contrasta con su virtuosismo experimental. El veterano realizador se dispone a impactar a su público con la esencia del cine: hacer real la ficción. Confesiones reales o ficticias, actuación o vivencia…Apoyado en el poder de la imagen, el documental pone en cuestión todo lo que muestra y deja que sea la audiencia la que saque la conclusión final.

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Y es que la influencia de este realizador es tan potente en su país que no sólo hay documentales suyos, sino sobre él. Proyectada el sábado 21, Eduardo Coutinho, 7 de outubro (Carlos Nader, 2014) es el resultado de esta inspección en un autor trascendental para la cinematografía de su país. Con tendencia a la misantropía y poco dado a la concesión de entrevistas –como nos explica antes de la proyección Silvana Morales Nunes, gerente del centro de Producción Audiovisual del Sesc São Paulo–, la existencia de este film cobra todavía mayor importancia. La ideología de Coutinho se mantiene en el rodaje de esta obra, que se compone en base a una larga conversación entre Nader y Coutinho, similar a las que éste último entablaba durante sus rodajes con las personas a las que retrataba. En apenas 72 minutos de metraje, el realizador logra plasmar la esencia de un personaje arrebatador, tan cerebral como vitalista, amante de las imperfecciones del prójimo y capaz de captar en sus imágenes bocados de realidad que oscilan entre el júbilo y las lágrimas. Un homenaje hacia una figura trágicamente asesinada por su hijo esquizofrénico, pero ya eterna para el cine.


 

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