Día 3 | De transgresiones
Acabando el primer fin de semana de esta 48 edición del Festival de Sitges, nos encontramos con algunas de las propuestas más radicales hasta el momento, tanto en argumento, con […]
Estrenos, críticas, comentarios de cine y algunas notas sobre las visiones
Acabando el primer fin de semana de esta 48 edición del Festival de Sitges, nos encontramos con algunas de las propuestas más radicales hasta el momento, tanto en argumento, con […]
Acabando el primer fin de semana de esta 48 edición del Festival de Sitges, nos encontramos con algunas de las propuestas más radicales hasta el momento, tanto en argumento, con casos de necrofilia y sectas satánicas, como en forma, con películas como Baskin, donde el tiempo parece ser un elemento secundario y los sueños, una pieza clave para entender la historia. Sitges farda de programación transgresora, porque quiere y puede, para gusto de los cientos de espectadores que han engrosado las interminables colas que colapsan hoy los alrededores del Hotel Melià, centro neurálgico del festival.
Vulcania, el boom de la distopía
Si hay algo que tiene Vulcania, el debut en la dirección de José Skaf, es una apuesta clara por la fuerza del guion, aunque vaya en detrimento de la puesta en escena. Así, con rectitud y cierta frialdad en lo estético pero una desbordante imaginación en lo argumental, este film de co-producción española acaba convenciendo en su voluntad de construir una historia en la que valga la pena reflexionar. Para algunos una agradable sorpresa, para otros una más de esas distopías futuristas con moraleja, y para esta cronista, una mezcla de ambas.
Y es que Vulcania cuenta la historia de una pequeña población dividida en dos familias que se encargan de organizar a los habitantes. La tarea principal es que todos cumplan con su deber y realicen sus tareas sin rechistar, bajo una serie de máximas a modo de sentencias bíblicas que acaba diciendo que más allá de las fronteras del pueblo solo hay el olvido. La misteriosa muerte de dos miembros de cada familia en una explosión hará despertar en el personaje protagonista la curiosidad y, sobre todo, la necesidad de saber la verdad sobre la comunidad en la que viven. La moraleja de este cuento post-apocalíptico es clara y redundante, por no decir recurrente en el cine distópico: las miserias que realmente esconde el sistema capitalista, la relación entre los que trabajan y los que mandan y, sobre todo, la necesidad de libertad para personas que pese a vivir en auténticos regímenes sienten la curiosidad y las inquietudes propias de un ser inteligente. Este es el germen de muchas historias de la ciencia ficción, desde Farenheit 451 hasta la saga Divergente. La versión made in Spain solo nos deja una buena realización de Skaf y grandes actores en limitados personajes, como es el caso de José Sacristán o Aura Garrido.
Con todo, y aun teniendo claras referencias, Vulcania busca sus propias formas y mitología para conformar un film elegante y comprometido con sí mismo. Echando la vista a la programación de la pasada edición del festival, hay una clara armonía entre este film y L’última frontera, film catalán con el que comparte temática, mensaje y algunos elementos ficticios, por lo que vemos un interés periódico, también en el marco internacional, por seguir trabajando en este género de las distopías que nos permite reflexionar sobre nuestra propia realidad imaginando de formas varias cómo será el futuro. Un ejercicio siempre interesante y que a veces, como es el caso de Vulcania, sorprende gratamente.
Baskin, la joya turca
Saber quién se alzará con el premio principal de la Sección Oficial es algo impredecible, pero sería de justicia divina premiar una película como Baskin. Valiente, arriesgada y fascinante, esta fantástica ópera prima del director turco Can Evrenol llega con fuerza a Sitges para ser, sino de las mejores, una de las más perturbadoras propuestas.
En la primera escena del film, un grupo de policías se encuentra en un bar tomando algo mientras descansan del turno nocturno. Hablan de apuestas online en partidos de fútbol de la liga española: el Zaragoza, el Albacete, el Atlético de Madrid, el Barça… Para estos últimos además tienen una mención especial, diciendo que ‘los catalanes caen bien’, comentario que ha levantado los aplausos y vítores en el público, mayoritariamente catalán. Esta charla, que recuerda en su banalidad a aquella discusión apasionada de los personajes de Reservoir dogs (1992) por saber qué quiso decir Madonna con Like a virgin, es la que precede, como en el film de Tarantino, a algo mucho más grave y violento. Esta contraposición entre lo trivial y lo trascendental es uno de los grandes encantos del film, que acabará por convertirse en algo que no se espera: una odisea épica de uno de los policías protagonistas, el más joven de ellos, en la que divagará entre los sueños, el pasado y la realidad para acabar descendiendo a los más perturbadores infiernos.
Mientras vemos buenas (y malas) películas que con su forma clásica y su linealidad narrativa simplemente consiguen una discreta aprobación, Baskin se lanza con una propuesta radical y fascinante que crea su propio espacio temporal en el que no existen las reglas y que confronta lo real con lo imaginario con un espíritu profundamente gore y violento. Quizás su historia no es redonda y su parte más agresiva y sangrienta, demasiado larga y repetitiva, pero merece ser reconocida por su valentía y originalidad y por ser de esas películas que no pasan desapercibidas.
The hallow, terror de manual
Si ayer proclamábamos a Knock knock, la última película de Eli Roth, como el primer fracaso del festival, hoy debemos hacer lo propio con The hallow. Plana, sin estilo ni matices y un convencional uso de las formas del género de terror, la ópera prima de Corin Hardy no podía decepcionar más. Bajo su aparente originalidad escogiendo las leyendas irlandesas como punto de partida, se esconde una historia carente de interés, coherencia y empatía hacia los personajes, conformando una película que se unirá a esas del montón de las que pocas veces se vuelve a recuperar.
The hallow cuenta la historia de una pareja que con su bebé se traslada a un bosque perdido de Irlanda, obviando de forma insensata (cosa rara en las películas terror) las advertencias de los vecinos del lugar. Así comenzará una batalla proclamada entre las criaturas fantásticas que habitan el bosque y la joven familia, en un tour de force en el que el ganador está más que sentenciado dada la diferencia de fuerzas. Esas leyendas irlandesas que sirven de contexto y amenaza se dan casi por sabidas en una pobre introducción de las mismas, razón por la que es tan fácil desconectar de una guerra que no es, ni de lejos, la nuestra. Una elección totalmente innecesaria en la programación de este año.
El cadàver de Anna Fritz, ojo por ojo
Anna Fritz es una actriz de gran fama y postín que repentinamente es encontrada muerta y llevada a un depósito de cadáveres. En ese espacio de tonos grises y fríos en el sótano desértico de un hospital tendrá lugar un thriller tenso y rebelde, protagonizado por tres chicos jóvenes y un cuerpo de una sex symbol de la farándula mediática. Con esta premisa no es difícil dejar que fluya la imaginación hacia prácticas y situaciones varias, con cierto aire de tabú, y sorprendentemente nuestras desagradables cavilaciones estarán en lo cierto. El cadáver de Anna Fritz habla valientemente del crimen y la degeneración sin miramientos, con crudeza pero guardando las distancias. No, no estamos ante una degradación absoluta de la humanidad al estilo de A serbian film (2010), pero el primer film de Héctor Hernández Vicens tiene el suficiente riesgo como para ser una propuesta interesante dentro del marco de Sitges.
La limitación del espacio y el elenco acrecientan la presión sobre el relato, que saca a relucir la auténtica (e inquietante) personalidad de algunos de sus personajes, culminando en un baño de sangre final que no podemos más que aplaudir. De pocos recursos pero estilo evidente, El cadáver de Anna Fritz se erige en una sólida base compuesta de honestidad, valentía y morbo, un cóctel que con seguridad llegará a la taquilla española para ver si lo transgresor de la propuesta es capaz de calar en un público generalista.
Nove Visions One: Love and peace, de Sion Sono
Si Love exposure (2008) evidenció la genialidad de su estilo, y hace un par de años en este mismo festival Why don’t you play in hell (2013) terminó de confirmarlo, Love and peace encumbra al director japonés Sion Sono como un maestro de lo encantadoramente excéntrico del cine. Ver un film de Sono es como entrar en un mundo donde todo es posible, y donde tienes que elegir irremediablemente entre el odio o el amor hacia su delirante y particular visión. Galardonado en esta edición con el premio Màquina del Temps, Sion Sono ha acudido por primera vez al festival, y a España, aunque sus films son siempre imprescindibles en la programación de Sitges. Y es que, además de ese premio que reconoce toda su trayectoria, el director estrena tres películas: Tag, The virgin psychics y, la mejor de todas, Love and peace.
¿Qué pasaría si tu mejor amiga fuese una tortuga? Love and peace es una delirante mezcla entre los tiernos y tristes objetos animados de Disney, la comedia romántica, la música pop japonesa, Papá Noel y el homenaje a la figura del kaiju más tradicional, con escenas como el paseo de una tortuga gigante por la ciudad de Tokio como si fuera el auténtico Godzilla reencarnado (pero más amoroso). Todos esos elementos heterogéneos conforman lo último de Sion Sono, una historia de amor y amistad con el sello inconfundible de este refrescante director, que la escribió hace unos veinte años, pero hasta ahora no se había decidido a llevarlo a la gran pantalla. Característico por su total libertad para crear, su inhibición y su falta de fronteras artísticas, confirma en este último film que haga lo que haga, por muy descabellada o ridícula que pueda parecer la premisa, llevará la historia hasta las últimas consecuencias manteniendo la coherencia y brindando al espectador la emoción y fuerza de su narrativa. No nos engañemos, Love and peace no alcanza el elevado nivel de sus obras maestras, pero ingresa con orgullo y armonía en una filmografía que se sigue expandiendo y que nunca abandona su personalísima identidad.