Siempre Alice (Still Alice)
Crueldades Santiago Alonso Que la vida a veces puede llegar a resultar realmente cruel lo descubrimos a medida que la vamos viviendo. Las circunstancias de algunas enfermedades propias o cercanas […]
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Crueldades Santiago Alonso Que la vida a veces puede llegar a resultar realmente cruel lo descubrimos a medida que la vamos viviendo. Las circunstancias de algunas enfermedades propias o cercanas […]
Que la vida a veces puede llegar a resultar realmente cruel lo descubrimos a medida que la vamos viviendo. Las circunstancias de algunas enfermedades propias o cercanas lo demuestran. Entre ellas está el mal neurodegenerativo del Alzheimer, terminal e incurable a día de hoy, con una patología de consecuencias atroces. La inhabilidad a la hora de guardar nuevos recuerdos en este tipo de demencia lleva a la progresiva disolución mental del yo. Lo inundará todo la confusión, la incapacidad para entender el exterior, y los enfermos que fueron individuos un día dejarán de serlo aún en vida. Porque surje un Quién Soy, un Quién Fui o un Quiénes Son Estas Personas, con el dolor añadido que la situación también causará en esos otros.
Entre todas las modalidades posibles de narración a la hora de tomar dicha enfermedad como materia para un relato, los directores Richard Glatzer y Wash Westmoreland eligen en Siempre Alice, adaptación del homónimo superventas de Lisa Genova, el mero planteamiento didáctico. Y de entre los casos particulares, a una protagonista cincuenta años: por tanto, una paciente precoz. Nada hay que objetar al noble propósito de explicarle el Alzheimer al espectador, lo canalla que es la enfermedad, todo el sufrimiento que crea. Tampoco a la consecuencia derivada de ceder todo el peso a un único personaje basilar y con poco más alrededor, cuando la entera responsabilidad de sostener la película recae en alguien como Julianne Moore. Pese a la estructura de telefilme y al esquematismo excesivamente pobre en los demás personajes, ante el trabajo de la excelente actriz solo cabe quitarse el sombrero.
Todos los parabienes y premios que ha recibido la intérprete por este papel están sobradamente justificados. Magnífica en cada matiz de los distintos estadios degenerativos que hacen a la enfermedad tan dura, Moore hace de potente y único contrapeso al exiguo rendimiento de los apuntes muy atractivos que contiene Siempre Alice. Por ejemplo, el vínculo con la hija rebelde (Kristen Stewart) o ese anzuelo inicial —¡cuántas posibilidades tenía!— y que se abandona al momento, de hacer del sujeto de esta demencia a una experta en lingüística cognitiva.
Algo menos fácil de entender son ciertos momentos durante el desenlace. Que la vida es así y hace unas putadas que siempre se pueden incrementar, más cuenta nos tiene aceptarlo. Cargar las tintas de la crueldad en un relato tan dramático se antoja, sin embargo, una actitud de un tremendismo gratuito cuando en este caso no sirve para extraer una idea ni para añadir un nuevo elemento al conjunto. O puede ser igualmente una abominable oportunidad para introducir una negación de las intocables libertades personales de los individuos. Respecto a esas escenas del final, donde está en juego el cumplimiento de la última voluntad de una persona que ya se desintegró, quien esto escribe se quedó con las dudas de determinar si se trataba de lo primero o de lo segundo. Quizás ambas.
SIEMPRE ALICE
Dirección: Richard Glatzer, Wash Westmoreland.
Intérpretes: Julianne Moore, Kristen Stewart, Alec Baldwin.
Género: drama. EE UU, 2014.
Duración: 99 minutos.