Llamando a las puertas del cielo

Jesús Cuéllar


En el número 76 de Tintalibre, el escritor mexicano Yuri Herrera atribuía a la llegada de Trump a la Casa Blanca un importante cambio de mentalidad respecto a los emigrantes: la «legitimación de los discursos de odio… incluso las personas que dirigen las instituciones se sienten autorizadas a ser abiertamente racistas y crueles». Puede que las instituciones europeas no hayan llegado aún a los extremos de inhumanidad del presidente estadounidense, o por lo menos no a su descaro en mostrarlos, pero en los territorios del Viejo Continente se escuchan voces que participan de su discurso. En ese contexto, que permite e incluso alienta una lógica deshumanizadora, tiene lugar la realidad que muestra el segundo cortometraje documental de Jaime Alekos, El sueño europeo: Serbia, nominado en esa categoría a los premios Goya 2020.

Alekos, joven pero veterano fotoperiodista, bregado en la cobertura de todo tipo de conflictos sociales, cuyo primer cortometraje, Tauromaquia (2017), constituía una contundente denuncia de la crueldad en la que se basa nuestra «fiesta nacional», adopta en su nuevo trabajo una mirada mucho más reposada y meditativa que en el anterior, para mostrarnos cómo malviven unos jóvenes refugiados, en su mayoría afganos y paquistaníes, en unas fábricas abandonadas de Belgrado. «Una corrida de toros es acción y movimiento desde el principio hasta el final», indica el propio director en respuesta a mis preguntas. «Lo que documenté en Serbia es muy distinto. La vida cotidiana era muy lenta y dura. Aseo personal, comer, sobrevivir al frío, comunicarse con la familia a través del móvil, no había más. Así que supongo que el ritmo del documental se ajusta a eso».

Mediante entrevistas personales con jovencísimos refugiados (algunos adolescentes, todos varones), que van relatando las mismas brutales experiencias, y respetuosas tomas de su miserable vida en Belgrado, contrapuestas a imágenes casi difuminadas de la frontera húngara y de la inclemencia de su policía, Jaime Alekos consigue extraerle una gran belleza plástica, carente de esteticismo, a una realidad arrasadora. «Intenté que la belleza en la fotografía canalizara todo esto, y a la vez que no distrajera del contenido de las entrevistas», apunta.

A pesar de la dureza del material, Alekos no se plantea directamente agitar conciencias: «Es una investigación que documenta y verifica unos hechos en un espacio y tiempo muy concretos, mi trabajo llega hasta ahí. Si después las conciencias se agitan o se genera debate es algo que corresponde a la audiencia». Sin embargo, su penetrante y conciso retrato de la desesperación, y sobre todo de la «capacidad de adaptación y resiliencia y, más en el fondo [d]el amor, que es lo único que puede hacer que aguantes semejante cantidad de miseria física y mental», no sólo resulta emotivo sino esclarecedor. Y lo que precisamente lo dota de tanta eficacia es su lejanía respecto a ese molesto didactismo al que tanto se recurre cuando se muestran abusos por vía documental.


Web del corto documental EL SUEÑO EUROPEO: SERBIA de Jaime Alekos



 

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