Selección Atlántida 2017: Porto
Anclarse en el recuerdo Hay películas que consiguen convertirse en el paradigma de un modelo de narración concreto desde el momento en que ven la luz. Por ejemplo, cuando se […]
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Anclarse en el recuerdo Hay películas que consiguen convertirse en el paradigma de un modelo de narración concreto desde el momento en que ven la luz. Por ejemplo, cuando se […]
Hay películas que consiguen convertirse en el paradigma de un modelo de narración concreto desde el momento en que ven la luz. Por ejemplo, cuando se piensa en una historia que se centra en cómo se desarrolla un flechazo amoroso en las calles de una ciudad a lo largo de un día, resulta inevitable pensar en Antes del amanecer (1995). La obra de Richard Linklater, que posteriormente convirtió en trilogía, es el paradigma contemporáneo de este tipo de relatos, que coquetean con la narración en tiempo real y basan su intensidad en los matices. Por tanto, al ver Porto (Gabe Klinger, 2016), resulta imposible no pensar en todo momento en el conjunto de films de Linklater, al que el propio Klinger dedicó un documental en su debut cinematográfico, Double Play: James Benning and Richard Linklater (2013).
En su segunda película, el autor brasileño se traslada a la ciudad portuguesa de Oporto, en cuyas calles tendrá lugar una pasión similar a la que en su día vivieron los míticos personajes de la trilogía Antes de…, Céline y Jesse. En este caso son Jake (Anton Yelchin) y Mati (Lucie Lucas) quienes colmarán sus cuerpos con amor entre las nocturnas calles de la urbe portuguesa y el salón de un piso todavía por decorar. Esa falta de preparación, de planificación, que caracteriza a dicha habitación podría ser una metáfora de la relación, que culmina dentro de esas cuatro paredes en una explosión de sexo y sudor, lo que supone un claro contraste con la visión romántica y casta que Linklater le dio a su historia.
De lo intenso, irracional e incomprensible que puede llegar a ser el amor, de eso va realmente Porto. Todo nace con la misma velocidad con que se destruye. Lo que parecía una construcción perfecta cae como un castillo de naipes cuando vuelve a salir el sol, lo que condicionará la vida de estos dos personajes para siempre. A diferencia de Linklater, Klinger expande el marco de representación y no sólo narra el encuentro romántico, sino las consecuencias de estas vidas por separado. Además, recurre a tres puntos de vista, con los que enriquece el relato: el de ella, el de él y el de los dos juntos.
Este juego de representación se combina con diferentes formatos de celuloide, principalmente los 16 mm y los 35 mm en scope, que se complementan con fragmentos en 8 mm que fácilmente podrían ser una representación del mundo de los recuerdos. Frente a la nitidez de los 35 mm con los que se rueda la pasión romántica, el crudo 16 mm, áspero y granulado, que se utiliza para exponer las vidas de estos dos personajes por separado tras el idilio de una noche. El fotograma se empapa del estado de ánimo de los personajes a los que filma, a la vez que retrata las diferentes maneras de habitar un mismo lugar, una misma ciudad, en función de las circunstancias. Porto, ciudad y película, se establece como un concepto enigmático, similar a los recuerdos, que se mueven mejor en la sensación que en la explicación racional.
PORTO
Dirección: Gabe Klinger.
Género: Drama romántico. Portugal, 2016.
Reparto: Anton Yelchin, Lucie Lucas, Paulo Calatré, Chantal Akerman.
Duración: 76 minutos.
Fotografías: Filmin.