Expediente Warren: El caso Enfield (The Conjuring 2: The Enfield Poltergeist)
A FAVOR Y EN CONTRA Tren de la bruja en una casa de muñecas Por Santiago Alonso Con Expediente Warren el director James Wan confeccionó tres años atrás un impecable […]
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A FAVOR Y EN CONTRA Tren de la bruja en una casa de muñecas Por Santiago Alonso Con Expediente Warren el director James Wan confeccionó tres años atrás un impecable […]
A FAVOR Y EN CONTRA
Por Santiago Alonso
Con Expediente Warren el director James Wan confeccionó tres años atrás un impecable tren de la bruja. Aunque la película no buscaba colgarse ninguna medalla al mérito argumental, se ganó a pulso un rotundo enlace con los clásicos – básicamente con Terror en Amityville, La leyenda de la mansión del infierno, Poltegeist y El exorcista – gracias a que Wan decidió jugar la partida mediante la pericia de una cámara que amasaba el tiempo y sometía el espacio a su conveniencia. Y el trazado sobre la montaña rusa de los sustos no decaía en ningún momento.
Ahora Wan afronta Expediente Warren 2. El caso Enfield con la misma actitud y bajo los mismos preceptos, planteándose si acaso el reto que entraña sustituir una mansión por una casa adosada. La secuela reconstruye un nuevo caso de los investigadores de lo paranormal Ed y Lorraine Warren que tuvo lugar a las afueras de Londres, y todo el aparato cinematográfico debe entrar en un escenario más reducido para poder contar el sobresalto y el esforzado trabajo que desempeñó el matrimonio. Y cabe. Vaya si cabe.
El efecto sorpresa global respecto a la primera queda eliminado, pero el primor espacio-temporal luce a las mil maravillas en cada escena de canguelo. Y se acentúa la centralidad de lo relativo a la infancia que planea sobre el díptico: las tomas de una casa que parece de muñecas, los juguetes que ocupan parte privilegiada en el Museo del Ocultismo de los Warren y la chavalería siempre en primera línea del terror. Uno que casi podría denominarse como blanco, porque nos retrotrae al miedo universal bajo las sábanas, con la oscuridad y los ruidos inexplicables en torno a la cama, al acecho. Miedo irracional que no implica ligámenes profundos ni significados ulteriores, pero miedo, mucho miedo, al fin y al cabo.
Por Jaime Lorite
Tras tirarse un farol convirtiéndose primero en improbable director de Fast & Furious 7 (2015), y asegurando, después, que no volvería al cine de terror, James Wan finalmente no se ha hecho caso a sí mismo y ha vuelto para cumplir lo que sus seguidores deseaban: encargarse personalmente de la secuela de Expediente Warren (2013), vistos los flojos resultados del spin-off Annabelle (John R. Leonetti, 2014). Seguidora de la tradición del paranormal setentero, quizás la clave del éxito del primer Warren se halló en que suponía la culminación de la obra de Wan: guste más o guste menos, claramente el cineasta malayo-australiano es uno de los mayores conocedores (y devotos) del género dentro del mainstream, y sus películas han orbitado siempre entre el homenaje seminostálgico y un enérgico afán de puesta al día. De esta manera, Expediente Warren era una película que partía de las texturas y ambientes de aquel terror en los inicios del cine americano moderno –El exorcista (William Friedkin, 1973); Terror en Amityville (Stuart Rosenberg, 1979)…–, sublimando sus puntos fuertes desde nada más que la excelencia narrativa y técnica, sin necesidad de inventar la rueda.
Si en aquel momento parecía que Wan había agotado el camino, la Insidious: Capítulo 2 que entregó ese mismo año, o la Expediente Warren: El caso Enfield que estrena ahora, constituyen decepciones que, al menos, prueban que al cineasta todavía le quedan registros que pulir. El cambio de estilo en esta segunda parte es el mismo que se dio en la otra mencionada secuela: mientras sus predecesoras apostaban por la economía de recursos para construir suspense, apoyándose fundamentalmente en la atmósfera, en estas nuevas entregas vira hacia unos aires festivos que no terminan de sentar al estilo de Wan todo lo bien que él cree, combinando sin demasiado atino los fuegos artificiales de las películas de sustos y la iconografía de monstruos y espíritus turbios de inspiración asiática. Expediente Warren: El caso Enfield acaba pareciendo menos una sofisticada muestra de eclecticismo que, simplemente, una mala película, porque descuida todo lo que antes funcionó a la perfección (la irresistible química de su pareja de detectives, su brillante construcción dramática) para sustituirlo por golpes de efecto de lo más ratoneros, giros de guion arbitrarios rayanos en lo ridículo y, sobre todo, despreocupación hacia sus personajes: el director parece haber olvidado que, para que sintamos angustia hacia lo que un malvado fantasma puede hacer a alguien, ese alguien debería importarnos.
EXPEDIENTE WARREN 2: EL CASO ENFIELD
Dirección: James Wan.
Intérpretes: Vera Farmiga, Patrick Wilson, Madison Wolfe, Frances O’Connor.
Género: terror. Estados Unidos, 2016.
Duración: 134 minutos.