El número séis es el signo de la responsabilidad, el amor y la comprensión. Así como de los celos y el entrometimiento. Todos estos temas han estado presentes a lo largo de la jornada de hoy. Un día en el que el retrato social de distintas realidades ha imperado en la Sección Oficial.

El director catalán Agustí Villaronga presenta El rey de la Habana. Una película ambientada en la Cuba de los años 90. Su primera participación en el Festival de San Sebastián se remonta al año 1986 con su film Tras el Cristal. En 2010 presentó Pa Negre, cuya protagonista, Nora Navas, se llevó la Concha de Plata a la Mejor Actriz. Su última obra es una historia de supervivencia, de niños y adultos, ricos y pobres. El joven Reynaldo se escapa del correccional y regresa a La Habana en la que ya no le queda nada. A partir de aquí, lucha cada día contra el hambre, la suciedad y la sed hallando en el sexo la mejor de sus distracciones. Villaronga aclaró posteriormente en la rueda de prensa que la que él muestra “no es una sociedad inventada, muy acumulada sí, pero real”. Una sociedad que en la que no existen las posibilidades de mejora. Quizás ésta sea la circunstancia que explique los comportamientos ciertamente salvajes de los personajes. Cuando no tienes nada, nunca tienes nada que perder.

Con Moira, el retrato social se traslada a Georgia. Una película que su director Levan Tutberidze define como “una historia real y no un drama social”. Mamuka sale de prisión después de haber cumplido 5 años de condena. En su casa le esperan su hermano pequeño y su padre, que está en silla de ruedas. Su madre está en Grecia trabajando como cantante. Son una familia humilde que vive en una lúgubre zona portuaria. Los tonos fríos y poco saturados que emplea el cineasta lo vuelven poco acogedor y hasta triste. Mamuka halla en su familia su máxima prioridad. Su único objetivo es volver a reunirla, cueste lo que cueste, y asumiendo todas las cargas y culpas a las que se vea obligado. Sin duda, la personificación de lo que implica tener personalidad. Sí, Moira no cuenta nada nuevo, pero lo cuenta muy bien. Aquí la redención se vende demasiado cara.

Los hermanos protagonistas de 'Moira'
Los hermanos protagonistas de ‘Moira’

 

Y de Georgia a Estados Unidos, concretamente al Estado de Nueva Jersey. Peter Sollet firma con Freeheld un canto a la igualdad de derechos de los homosexuales. Julian Moore y Ellen Page son una pareja de lesbianas. La primera interpreta a la detective de policía Laurel Hester. Una agente que se desvive en su trabajo para ascender a teniente a sabiendas de que tendrá que esforzarse más que sus compañeros hombres para conseguirlo, por el simple hecho de ser mujer. Además, se verá socialmente discriminada cuando enferme de cáncer y no pueda dejarle la pensión a su pareja de hecho a menos que los políticos del condado lo aprueben. Freeheld contiene todos los ingredientes de la receta de la lágrima fácil; una historia basada en un hecho real compuesta por una injusticia, la evolución de los personajes que poco a poco se irán posicionando al lado de las afectadas y todo ello con una enfermedad terminal de por medio. A pesar de plagarse de convencionalismos funciona y emociona.

“Y me arrastra y sé que me ahogo, pero voy detrás”. Generar altas expectativas es siempre un riesgo que no todos están dispuestos a correr. Tiene su parte negativa, que es que cuando uno espera mucho de algo, es más fácil que acabe decepcionado y frustrado. Sin embargo, también tiene su parte positiva, un milagro que ocurre en contadas ocasiones, pero que cuando lo hace, triunfa. Así es La Novia, la adaptación de Bodas de Sangre de Federico García Lorca de la directora aragonesa Paula Ortiz. Cualquiera diría que anoche se adelantaron las navidades con este regalo: el segundo largometraje de la cineasta es, sin duda, toda una obra de arte. Una película bella en sus tonos, en sus paisajes y en sus melodías. Una interpretación en la que nadie se queda atrás. Fotografía, dirección y montaje se aúnan en una producción que no deja a nadie indiferente. No sólo convence sino que llena. Combina prosa y verso, lágrimas y sonrisas a partes iguales. Ofreciendo como resultado una experiencia visual y emocional de las que no se olvidan.

La pantalla pasa a negro y la sala, aunque aplaude, enmudece. Se queda helada e impactada de la proyección de una película tan fascinante y cautivadora. Aún quedan por delante días de Festival, pero La Novia se alza como una de sus joyas más preciadas. Un diamante en bruto que no necesita ser pulido; brilla por cuenta propia.

 

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