Hacerle el juego a la ultraderecha

Yago Paris


2020 será conocido como el año de la pandemia del coronavirus, una situación de tintes apocalípticos que ha bloqueado el mundo y lo ha sumido en un estado de alarma constante. Sin embargo, este incidente dista de ser el único que se produjo durante dicho periodo de tiempo. En el año de pesadilla que hemos vivido también tuvieron lugar los masivos incendios que asolaron Australia desde mayo de 2019 hasta junio de 2020, las explosiones del puerto de Beirut, que dejaron más de doscientos muertos, o el agravamiento de un estado de dramática polarización social que arrastra Estados Unidos desde hace años, con la muerte del afroamericano George Floyd por violencia policial como estandarte del desastre. 2020 será recordado por el coronavirus, pero como parecía sugerir la cinta de animación experimental Accidental Luxuriance of the Translucent Watery Rebus, en realidad el mundo ya estaba sumido en un apocalipsis antes de la llegada del virus.

Este parece haber sido el punto de partida de A la mierda el 2020, una producción de Charlie Brooker (Black Mirror) para la plataforma Netflix. La cinta es una mezcla de documental y falso documental. La narración recoge sucesos reales, a los que acompañan testimonios de personajes inventados por los guionistas, como los de un periodista del ficticio New Yorkerly News, al que interpreta Samuel L. Jackson, o una portavoz del gobierno de Donald Trump, a la que da vida Lisa Kudrow. Mediante esta aproximación se trata de hacer un repaso en clave satírica de lo más relevante que sucedió en el mundo el pasado año. Al menos, esa es la premisa inicial, porque a medida que avanza el metraje queda claro que en realidad lo único que parece importarle a los creadores es tejer un discurso que se centra de manera indisimulada en ridiculizar la legislatura del presidente estadounidense. Es decir, que a la hora de la verdad lo sucedido en 2020 fuera de este país importa más bien poco en la película, hasta el punto de que el propio Trump tiene la misma o incluso mayor presencia que la pandemia. De esta manera lo que en realidad se ha efectuado es un intento de disección de la sociedad estadounidense durante el año electoral, donde se señala la polarización y el extremismo utilizando precisamente las actitudes que se pretende criticar.

Esto se observa con claridad a la hora de exponer los cuatro tipos posibles de perfil que podrían intervenir en los (falsos) testimonios: republicano ridículo, republicano sensato, demócrata ridículo y demócrata sensato. Lo que llama la atención a primera vista es que el republicano sensato parece no existir, pues ningún personaje lo representa. Al mismo tiempo, el demócrata ridículo lo es por llevar al extremo actitudes cuyo punto de partida en realidad es positivo —el youtuber milenial que, en su gigantesco ego, no se da cuenta de que en realidad está convirtiendo la lucha racial en una plataforma para su autopromoción—. En contraposición, el republicano ridículo lo es por atentados de todo tipo contra los derechos humanos, lo que convierte los aspectos problemáticos del demócrata ridículo en inofensivos. Pero el perfil más discutible probablemente sea el del demócrata sensato. En los casos anteriores, las declaraciones de los personajes se usan para generar humor, debido a las sandeces que exponen. En el caso del demócrata sensato —el personaje de Samuel L. Jackson o el de Leslie Jones, dos afroamericanos—, el elemento cómico nace del carisma con que argumentan, no porque lo que digan sea ridículo. La cinta parece querer decir que no hay nada que merezca la pena criticarse en la actitud, pensamiento y/o decisiones del demócrata sensato.

Teniendo en cuenta que este perfil es con el que se identifican tanto los creadores de A la mierda el 2020 como su público, la aproximación a la crítica política es muy cuestionable. La película funciona como el ejemplo perfecto para entender la polarización social, que no solo afecta a Estados Unidos, sino a todo Occidente, una situación donde la progresía parece lavarse las manos de cualquier responsabilidad. Quizás habría que tener presente que combatir a la ultraderecha mediante la superioridad moral, la negativa a escuchar y dialogar, a querer entender qué lleva al Otro a pensar diferente, así como la flagrante ausencia de autocrítica, no parece la mejor estrategia para lograr el bien común. En realidad, la cinta realiza una crítica involuntaria al progresismo: hacerle el juego a la ultraderecha no es hacer autocrítica sensata y constructiva, sino bajarse al barro de la intolerancia, como así está ocurriendo. 

Con todo, esta situación podría justificarse si los valores cinematográficos del filme fueran destacables. Lo más bochornoso es observar con desconcierto lo obvios y anticuados que son los chistes: hacer bromas con la edad de Joe Biden, imaginar cómo se comportaría la reina de Inglaterra si tuviera un canal de YouTube y llevar al extremo la estrategia política de Trump de convertir cualquier argumentación contraria a su discurso en noticia falsa son premisas cómicas que no solo han sido explotadas hasta la saciedad, sino que además son inofensivas, en tanto en cuanto no señalan elementos problemáticos de la sociedad o fuerzan al público a poner en cuestión sus propias convicciones. En otras palabras, a día de hoy ninguna de estas ideas aportan demasiado ni a la sociedad ni a la comedia.



A LA MIERDA EL 2020

Dirección: Al Campbell, Alice Mathias.

Reparto: Samuel L. Jackson, Hugh Grant, Lisa Kudrow, Kumail Nanjiani, Tracey Ullman, Samson Kayo, Leslie Jones, Diane Morgan, Cristin Milioti, Joe Keery, Lily Sullivan.

Género: Comedia satírica. Estados Unidos, 2020.

Duración: 70 minutos.


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