Summer Camp
Triángulo de infección bizarra Santiago Alonso Es cosa sabida y cinematográficamente verdadera la idoneidad de los campamentos de verano para preparar cuarto y mitad de carne fresca de adolescente. Asesinos […]
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Triángulo de infección bizarra Santiago Alonso Es cosa sabida y cinematográficamente verdadera la idoneidad de los campamentos de verano para preparar cuarto y mitad de carne fresca de adolescente. Asesinos […]
Es cosa sabida y cinematográficamente verdadera la idoneidad de los campamentos de verano para preparar cuarto y mitad de carne fresca de adolescente. Asesinos que espían a las víctimas desde el interior del bosque, soledades donde nadie puede acudir a las llamadas de socorro, asaltos a golpe de sustos… y a correr y a gritar que la vida ya no serán dos días. Aparentemente parece que Summer Camp reedita durante su inicio el slasher prototípico, aunque se aprecia una novedad: sucede la víspera de la apertura del campamento y los únicos candidatos a cadáver son cuatro monitores norteamericanos, dos chicos y dos chicas, que preparan su trabajo mientras esperan la llegada de los participantes, en este caso niños, a un caserón solitario. Por tanto, el terror se juega a menos bandas y al rato de empezar la cinta, según avance su metraje, comprobamos que se activan unas bazas muy distintas a las habituales. Que quizás no haya matarife, pero sí furia homicida a cuenta de unas infecciones de lo más peculiares. Aquí nada resultará lo que parecía.
Muchas películas suelen arrancar con una premisa que promete una barbaridad para después precipitarse hacia abajo. Sucede a menudo dentro del género de miedo y casi se han acostumbrado a ello los aficionados. Después, hay otras (bastantes menos) que se ven animadas por el proceso inverso y, ¡sorpresa!, acaban constituyendo una fuente para el deleite a pesar de tener un punto de partida poco alentador, cuando los gestos entre el público ya se habían torcido. La primera media hora en el debut a la dirección de Alberto Marini, guionista (Mientras duermes, Extinction, El desconocido) y currante en mil labores de la casa Filmax, no anuncia muy buenos augurios hasta que una escena dentro de una cuadra, con gallinas y un ataque monstruoso de por medio, sostenida con muy buena mano por el realizador, ayuda a que despegue la cinta. Continúa la ascensión a medida que incrementa las dosis de locura, violencia y cachondeo sin prejuicios, aprovechando al máximo las posibilidades que posee la inteligente variante argumental del tema de los infectados homicidas que ha propuesto Marini junto con la coguionista Danielle Schleif.
Bajo ese planteamiento fermenta adecuadamente el triángulo que conforman los personajes de Jocelin Donahue, Maiara Walsh y Diego Boneta. La sinergia de fuerzas que consiguen los intérpretes supera incluso la pereza mostrada por el realizador cuando planifica algunas escenas de tensión, resueltas solo mediante una cámara aquejada de tembleque. Extrañamente, Summer Camp va subiendo escalones hasta alcanzar un notable desenlace (mitad lisérgico, mitad trágico) dentro de una caravana hippie, y remata la faena con un epílogo traído a la perfección. Es de esos que nunca se olvidan y pasan a formar parte de las antologías del género.
Puedes ver SUMMER CAMP en Filmin
SUMMER CAMP
Dirección: Alberto Marini.
Intérpretes: Jocelin Donahue, Maiara Walsh, Diego Boneta, Andrés Velencoso.
Género: terror. España, Estados Unidos, 2015.
Duración: 81 minutos.