El tabú de la anarquía

Yago Paris


Argumentar que el cine contemporáneo está en crisis se podría entender como un lugar común de la crítica. Sin embargo, al menos en el presente que vivimos, parece bastante acertado optar por este tipo de análisis, si se tiene en cuenta la pobreza expresiva que encontramos no solo en el grueso del cine comercial, sino también en el de autor. Se trata de un panorama donde la reciente Joker tiene mucho que aportar. Aunque es cierto que en los últimos años el festival de Venecia ha venido apostando claramente por una apertura a un cine más comercial, con una amplia presencia de producciones de Hollywood en su programación, no deja de ser significativo, y preocupante, que un producto pensado más para arrasar en taquilla que para ayudar de alguna manera a la evolución del lenguaje cinematográfico se haya alzado con el premio a la mejor película en el segundo certamen más prestigioso del cine de autor. O que, ampliando la mirada al pasado más reciente, y como no se cansa de señalar el crítico Diego Salgado, en los últimos tres años tres cintas como La forma del agua, Roma o el filme que analizamos en este texto, tan impecables como susceptibles de que se las condene al olvido con el paso del tiempo, hayan recibido sendos premios en las últimas tres ediciones de la Biennale. Porque Joker es una película competente, narrada con estilo y personalidad, pero quizás habría que preguntarse qué aporta al panorama cinematográfico actual, y, por tanto, por qué debe ser premiada. O, desde otro punto de vista, qué se está haciendo mal para que la cinta que genera consenso sobre cuál de las participantes en el citado festival debe ser premiada sea una obra cinematográficamente pobre, solo correcta. Es decir, ¿quién tiene la culpa de que vivamos un presente cinematográfico tan pacato en fondo y forma?

El nuevo filme de Todd Phillips explora y reformula los orígenes del Joker, uno de los personajes más carismáticos y controvertidos del universo DC. La historia se centra en explicar cómo era la vida de Arthur Fleck antes de convertirse en el villano de la anarquía y el caos, y para ello se recurre a un enfoque basado en la oscuridad dramática. Phillips, quien ha escrito el guion junto con Scott Silver, desarrolla un personaje frágil, lleno de ternura y golpeado por una serie de traumas que lo han convertido en un inadaptado social. Puesto que la mayor parte de la audiencia conoce perfectamente en qué se va a convertir el personaje tarde o temprano, la atención se centra en cuáles serán los acontecimientos que han de detonar la catarsis destructiva que dará lugar al nacimiento del villano. Y probablemente estos sean los puntos más flojos del relato. Con un par de giros de guion de corte melodramático, que encontrarían fácil acomodo en cualquier telefilme de sobremesa, los guionistas construyen a su protagonista desde el efectismo, lo que resulta una evolución pobre, casi a trompicones, como si no hubiera una idea clara de qué se quiere contar, reflejándose esto último con rotundidad en el hecho de que, finalizado el metraje, pueda dar la impresión de que ni el propio Joker tiene muy claro por qué se ha convertido en lo que es.

Mayores problemas genera la reflexión ideológica en torno al protagonista, que es el punto donde se expresa con mayor fuerza el conservadurismo de la producción. A fin de cuentas, no existe una verdadera disertación política acerca del funcionamiento de la sociedad, las normas de conducta, el poder y las jerarquías, ideas todas ellas fundamentales en la construcción del personaje, quien pretende dinamitar cada uno de los apartados del contrato social que rige nuestras vidas. Si los dos primeros tercios del filme se detienen en plasmar el mundo interior de Fleck, sus ilusiones y sus frustraciones, su amor al prójimo y el constante rechazo que recibe, en el tercio final se aborda por fin el aspecto político del personaje, pero siempre desde las medias tintas, sin una verdadera apuesta por ninguna idea concreta. El miedo a las repercusiones que un discurso transgresor pueda causar es tal, o tan poco preparados estamos como público para recibir tales ideas, que se opta por difuminar el aspecto político tras un dispositivo del espectáculo que, en última instancia, no se atreve a hablar de nada concreto. El resultado es una construcción emocionalmente pobre y políticamente inexistente.

¿Es por tanto Joker una mala película? A juicio de quien esto escribe, en absoluto. El autor demuestra un entendimiento rotundo de la narración clásica y de la importancia de desarrollar la propuesta desde lo formal. El peso de la imagen es evidente, con un elaborado trabajo de fotografía y una cuidada construcción de cada escena. El ritmo es excelente y se esquiva la saturación de acción e información habituales en las producciones contemporáneas del género de superhéroes. Pero por encima de todo destaca un Joaquin Phoenix simplemente sublime, quien consigue encontrar el punto justo entre el exceso y la delicadeza, lo que le permite desarrollar una actuación que, aun tendiendo a la sobreactuación, no carece de matices. Hay, por tanto, estilo, personalidad y talento delante y detrás de las cámaras. ¿Cuál es el problema? Que la cinta sea tan correcta como irrelevante. ¿Por qué se enfatiza el discurso con tanto ahínco en este caso? Porque utilizar a un personaje como el Joker de esta manera, y recibir los honores de crítica, público y festivales, nos coloca a todos en el punto de mira a la hora de buscar explicaciones sobre la pobreza del cine actual. Se podrían señalar decenas de preguntas, pero este texto terminará con la siguiente reflexión: ¿qué le ocurre a nuestra sociedad para que una película con el Joker como protagonista no pueda hablar largo y tendido sobre la anarquía?


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JOKER

Dirección: Todd Phillips.

Reparto: Joaquin Phoenix, Robert De Niro, Frances Conroy, Zazie Beetz, Brett Cullen, Dante Pereira-Olson, Douglas Hodge.

Género: drama, cine de superhéroes. Estados Unidos, 2019.

Duración: 118 minutos.


 

1 Comentario »

  1. Asociar a «Joker» con «villano», «anarquía», «caos» y citar, al poco, el difuminado aspecto político del personaje en esta película es, en el mejor de los casos, una frivolidad.

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