Rotoscopia al óleo

Santiago Alonso


No es la primera vez que se animan imágenes pintadas al óleo, pues es la técnica empleada por animadores como Aleksandr Petrov, que ganó el Óscar con el corto El viejo y el mar (1999). Los responsables de Loving Vincent, sin embargo, han ido bastante más allá, redoblando el reto hasta llevarlo a niveles nunca vistos. El director ruso trabaja sobre vidrio, mientras que el proyecto de Dorota Kobiela y Hugh Welchman acerca de Vincent Van Gogh implicaba de entrada mucha mayor aparatosidad: las manos de un centenar de artistas han pintado directamente sobre lienzo, es decir, han realizado uno diferente para cada fotograma. Como a los más difícil todavía les suelen acompañar las cifras abultadas, señalemos que tras tan ímproba empresa hay 7 años de trabajo y la friolera de 65.000 lienzos, al ser un largometraje.

Kobiela y Welchmann convierten en personajes a quienes fueron retratados por el maestro holandés (todos reales: el protagonista de la cinta es el joven Armand Roulin, mientras que el doctor Gachet y su hija Marguerite tienen un papel fundamental) y los colocan, bien en medio de los cuadros a los que pertenecen, bien dentro de otras obras célebres, bien sobre fondos inspirados en la estética vangoghiana. Siendo esta la apuesta, se ha optado por una modalidad (¡con pinturas!) de la animación rotoscópica, esa variedad consistente en dibujar uno a uno los fotogramas de secuencias filmadas antes con actores de carne y hueso, una técnica que no agrada en demasía a los puristas de la animación, por no decir que algunos la desacreditan abiertamente.

Dejando a un lado ahora el debate general de la cuestión, la rotoscopia resulta, a la postre, una de las grandes pegas que se le pueden poner a Loving Vincent, un filme donde los fondos, así como los (escasos) efectos de movimiento de cámara, sí trasmiten el latido impetuoso y el febril estado de agitación continua que asociamos a las pinceladas del pintor. Pero el problema reside en las personas y su diseño figurativo. Nunca disminuye la percepción de que las expresiones faciales y todas las proporciones se han calcado durante prácticamente todos los planos que vemos, reduciéndose así el impacto estético, ahogándose el recurso por abuso y haciendo que añoremos casi a gritos la mano de un animador. Que a menudo nos parezca ver una imagen real con actores que salen a actuar con la cara pintarrajeada, confirma todo eso.

El efecto mesmérico del trazo pictórico nos atrapa, sin lugar a dudas, aunque el embeleso se diluye según avanza el metraje. Tampoco ayuda la trama detectivesca, simplona y nada emocionante, que fantasea sobre los últimos días de van Gogh y su muerte: los personajes llegan y después se ponen a hablar y hablar. De hecho, sólo vemos al pintor durante los incontables flashbacks en blanco y negro. Loving Vincent resulta una de las películas de animación más dialogadas y estáticas con la que nos podamos topar. Y nos deja la siguiente pregunta: al dotarlos de movimiento, ¿se da vida a estos cuadros o, por el contrario, se les quita?



 

LOVING VINCENT

Dirección: Dorota Kobiela y Hugh Welhman

Género: animación, drama, biografía. Reino Unido, Polonia, 2017

Duración: 94 minutos

 


 

2 Comentarios »

  1. Primer trabajo que es objetivo, Loving Vincent es ROTOSCOPIA le guste a quien le guste, para nada es lo mismo que hizo Alexander Petrov el solo y con mayor calidad, para mi Loving Vincent fue mas mercadotecnia que pelicula, y mantienen a la gente engañada (a pesar de que la cuenta de youtube de la peicula se ve como usan aparatos para calcar a los actores y por si fuera poco, mucha parte de la trama no fue pintada solo le agregaron un efecto de pintura a los actores) Y si mucha gente justificara que es una pelicula larga y blah blah, pero tenian a un ejercito de pintores, que se suponen tienen talento y van «a copiar». Petrov el solo se ha lanzado muchisimos cortos de calidad el mismo. Pretextos no hay.

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